L E N G U A L D Í A
  • By Cristina Otero
  • / 25 enero, 2021
  • / Blog
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Llega a las aulas la NGLE (Nueva Gramática de la Lengua Española); se abre la caja de Pandora.

«¿Qué frentes se abren con la NGLE

La NGLE (Nueva Gramática de la Lengua Española) es un ambicioso proyecto que propone una norma teniendo en cuenta a todos los hispanohablantes. Es un trabajo impresionante y, si no fuera profesora, disfrutaría de su estudio. Pero, la realidad es que con la entrada de la NGLE en las aulas, a los profesores nos surgen varios problemas y, lógicamente, nuestras inseguridades repercuten directamente en los alumnos. ¿Qué problemas se nos plantean? El primero, la propia NGLE. El segundo, la decisión que toma cada Consejería de Educación y, el tercero, las editoriales.

Problemas de la NGLE

Como profesora, me molesta que cuando me pide ayuda algún chico, que no es alumno mío, me encuentre con que su manera de afrontar un análisis morfológico o sintáctico es diferente. Esto ocurre porque cada profesor, cada instituto, cada comunidad, incluso, cada editorial sigue sus propios criterios para enseñar lo mismo. Lo vivo, también, cada vez que grabo un vídeo sobre morfología o sintaxis, pues tengo que utilizar diferente terminología para llegar al mayor número de personas. Y la NGLE no facilita las cosas. Al contario; genera más incertidumbre porque, aunque se plantea como una propuesta, la realidad es que hoy ya hay comunidades que se lo exigen a los alumnos en su examen de EvAU.

Creo que todos los profesores somos capaces de lidiar con cambios en la terminología o en la forma de plantear distintos análisis. Más o menos, todos vamos en la misma línea pero la NGLE plantea opciones muy difíciles de resolver sin conocer en profundidad sus propuestas. La intuición, el sentido común, el conocimiento de nuestra lengua y de nuestra profesión o nuestra experiencia no sirven en este caso.

El primer contacto que he tenido con sus innovaciones ha sido durante el confinamiento. Alumnos de Valencia, Murcia o Andalucía me han preguntado sobre “construcciones”, “sufijos vocálicos”, “intransitivos inacusativos”, “el conjunto vacío” o sobre la diferencia entre un grupo adverbial complemento circunstancial de manera y el complemento predicativo. Muchos habían empezado el cambio a la NGLE a principios de un curso truncado por la pandemia, de manera que se sentían totalmente perdidos. Y yo también. Después de intentar darles respuestas contrarreloj, les sugerí que lo hicieran a la manera “tradicional”, que es lo que entendían, y así lo hicieron.

Una vez pasada la vorágine de este curso 2020, he tenido tiempo para adentrarme en la NGLE y me ha generado muchas dudas. Por un lado, me cuesta entender algunos conceptos y, si no soy capaz de exprimir su razonamiento, ¿cómo voy a dar respuesta a cualquier pregunta que surja en clase? Por otro, hay conceptos que en un principio parecen claros pero, un poco más adelante, dejan de ser tan evidentes, dando margen a varias posibilidades de análisis que es precisamente lo que más nos confunde.

Yo, como filóloga puedo llegar a interiorizar las hipótesis. Pero, ¿debemos esperar que los alumnos sepan reconocer los matices que diferencian complementos que, en la gramática tradicional, son fácilmente reconocibles pero que se diluyen en la NGLE? Hablo de ejemplos como el hecho de que prácticamente cualquier grupo u oración pueda funcionar como complemento predicativo y que este, a su vez, puede ser considerado atributo según en qué situaciones. Este es un ejemplo pero podría citar muchos más.

Problemas que surgen con la decisión de cada consejería.

Hoy por hoy, desconozco el alcance de esta propuesta, aunque ya hay comunidades que lo están imponiendo. Y aquí entra a jugar el papel de la Consejería de Educación de cada comunidad. Quizás, este problema es el que más impotencia me genera. Supongo que «allí» se decide introducir este tipo de novedades en el currículum de lengua. Pero, realmente, ¿quién tiene la última palabra para someternos a profesores y alumnos a estos cambios? La verdad es que no lo sé pero seguro que no es un profesor que cada día intenta enseñar los entresijos de nuestra lengua en clase. Si fuera así, y después de haber dedicado mucho tiempo a desentrañar las propuestas de la Nueva Gramática, sabría que esta obra está pensada más para estudiosos que para estudiantes, por su carácter científico y, también, por sus vacilaciones.

Los profesores siempre vamos a ciegas, sin unos criterios claros. Nos movemos en el mundo del sentido común y de la experiencia pero siempre sometidos a los vaivenes de una entidad que no nos tiene en cuenta. Preparamos durante años a los alumnos no solo para dominar su lengua sino también para obtener los mejores resultados en una prueba que, supuestamente, evalúa todos los conocimientos adquiridos en su paso por la ESO y Bachillerato. Les preparamos lo mejor que podemos sin la ayuda de nadie. Ni siquiera en las reuniones que cada año tenemos con la comisión de exámenes de EvAU nos dan orientaciones claras. ¿Qué se espera de nosotros? ¿Y de los profesores que corrigen los exámenes de EvAU de nuestros alumnos? ¿Debe presuponerse que todos controlan todas las metodologías y que conocen cada una de las posibilidades que se pueden generar?

Lo que sí tengo claro es que hay demasiadas fronteras para un mismo idioma. Hay veces que buscar criterios comunes para todas las comunidades es algo bueno porque no podemos olvidar que hablamos del futuro de nuestros jóvenes. Y es totalmente injusto que ellos se vean penalizados por decisiones que se toman muy lejos de su realidad. ¿Qué pasa si un chico que estudia en Madrid tiene que hacer 2º de Bachillerato en Murcia? Que le costará un mundo conseguir unos conocimientos que supuestamente ha obtenido en su instituto madrileño.

El problema de las editoriales

Por último, si los consejeros imponen novedades ¿no deberían revisar que se sigan los mismos criterios? Los profesionales que crean los libros de texto sobre los que trabajamos alumnos y profesores hacen su trabajo y, lógicamente, lo hacen tratando de facilitarnos las cosas. Sin embargo, cuando no hay una teoría única y clara, cada editorial toma partido por lo que cree que es mejor, es decir, bajo un punto de vista subjetivo. Y, el resultado es que no hay unanimidad y eso es lo que no puede ser.

Sin la incorporación de la NGLE ya es bastante habitual encontrarte con fluctuaciones sobre los mismo conceptos; por ejemplo, en un libro encuentras que se habla de adyacente cuando en otro es considerado un CN, sin más. O en uno defienden que hay parasíntesis siempre que se combina composición y derivación mientras que otros limitan esa idea. Ahora, con la implantación de la Nueva Gramática, las vacilaciones se multiplican, complicando el aprendizaje y la consiguiente evaluación de conocimientos de nuestros chicos.

En mis próximos artículos, intentaré acercar a mis compañeros y a los alumnos lo que considero que puede ser más práctico. Esa práctica, que luego pedirán a nuestros alumnos, no es fácil de encontrar en las páginas de la NGLE.  Es cierto que tiene un amplio corpus que ayuda a aterrizar conceptos pero no deja de ser pura teoría. Y trabajar en la abstracción es muy complicado.